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Vidas cuestionables

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  Algunos pensarían que porque soy pastor, profesor u obrero internacional, soy un experto en compartir mi fe con otros. La realidad es que no. Tengo las mismas dudas, miedos, e inseguridades de muchos. Añade a eso, el ser consciente de cómo a lo largo de la historia, en el proceso de compartir esta misma fe que profeso, aunque se ha hecho mucho bien, también se ha hecho un terrible daño. Se ha mezclado con racismo, violencia hacia los nativos, discrimen contra la mujer, colonialismo, y otras.    Aún así, estoy convencido que eso ha sido una traición a Jesús y su mensaje. Creo que el mensaje del evangelio es verdaderamente liberador. Creo que tengo un mensaje, una persona, una vida que compartir. Y creo que no da igual que lo haga o no.    En medio de todo eso, pienso mucho en cómo vivir y compartir mi fe en una manera que honre a Jesús, lo que hizo y dijo, quien es y lo que todavía quiere hacer en este mundo tan complejo. Así que el otro día vi un pequeño libro de Michael Frost, teólo

La Violencia del Amor - Leyendo a Oscar Romero

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Habiendo crecido en un ambiente evangélico, mi formación en la fe y la teología fue por mucho tiempo limitado a lo que ahora puedo identificar como la tradición protestante de la iglesia cristiana. Esta, por mejor que sea, no captura la contribución teológica de la mayor parte de la historia de la iglesia, ni tampoco los tesoros en otras tradiciones como la iglesia ortodoxa y la católica.   Me di cuenta que parte de esa realidad viene de un sentido de superioridad que no debe tener lugar en la iglesia. Pensar que mi tradición, mi grupo o denominación son los que tienen el mejor entendimiento del evangelio, y por lo tanto no tenemos nada que aprender de otros.     Ha sido una experiencia de mucho aprendizaje leer autores de la tradición católica, de los cuales uno de mis favoritos es Oscar Romero. Además de compartir su nombre, reflexionar en sus palabras y en su vida me ha llevado ha compartir mucho más que eso. Su compromiso con el evangelio, su pasión por la justicia, su valentía al

Contextualización y encarnación - leyendo a Orlando Costas

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  En mi interés por conocer sobre la aportación teológica latinoamericana, uno de los autores que me ha encantado leer es Orlando Costas (1942-1987). Fue pastor, teólogo, misionero, misiólogo, y educador. Estoy solo comenzando a conocer sobre su vida y su gran contribución a la iglesia y teología, especialmente en el contexto de América Latina. Ah, y por si acaso, boricua nacido en Ponce.     He estado leyendo lentamente su libro “Christ Outside the Gate”, escrito en 1982 (cuando yo tenía 1 añito!!). He necesitado leer las mismas páginas varias veces, subrayando, reflexionando. Era un genio ese hombre.    No pretendo entender todo, ni ser experto en su pensamiento, pero al menos me ayuda escribir para reflexionar y procesar lo que voy leyendo. Y de una vez pasarlo a otros, en caso de que lo encuentren útil. Les comparto entonces algunas ideas que plantea en el primer capítulo: Contextualización y encarnación.    El capítulo comienza reconociendo la creciente importancia que tiene el co

Amando a Dios, pensando nuestra fe (parte 2)

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En esta parte 2 les comparto algunas maneras que considero cómo se vería el amar a Dios con nuestra mente, que el pensar nuestra fe sea parte de amar a Dios con todo lo que somos.  En primer lugar , nuestra reflexión teológica como expresión de amar a Dios, nos debe llevar a afirmar la unidad de la iglesia en medio de su diversidad. Algo importantísimo que no podemos ignorar es la diversidad en la iglesia. La fe cristiana tiene expresiones en casi todas las partes del mundo. Católicos, ortodoxos, anglicanos, presbiterianos, metodistas, aliancistas, bautistas, pentecostales, solo por mencionar algunos. Y aún dentro de esas categorías, existe diversidad cultural.  Lamentablemente, a veces parecería que lo que hace la teología es dividirnos más. Y concluimos que lo malo es la teología.    Usamos la teología como un arma para atacar y defendernos de otros, en lugar de usarla como himno de alabanza y herramienta de reconciliación. Convertimos la teología en un campo de batalla en lugar de u

Amando a Dios, pensando nuestra fe (parte 1)

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La fe cristiana está fundamentada en el amor. En la realidad de que Dios es amor. No decimos solo que Dios ama sino que en esencia, es amor.   Por lo tanto, todo lo que Dios hace viene como resultado de ese amor.   Sus planes y propósitos siempre son en función del amor. A través de la historia bíblica vemos que Dios, precisamente porque es amor, nos amó aún antes de la creación del mundo. Nos amó en la creación. Nos amó aún a través de lo que llamamos la caída. Nos amó en su precioso acto de redención. Nos ama en este momento. Y siempre nos amará. Porque su amor es eterno, así como Dios es eterno. Y porque nos asegura que nada podrá jamás separarnos de su amor.    Por eso no debe sorprendernos que a lo largo de las Escrituras encontramos no solo la expresión del amor de Dios sino también la invitación a recibir, conocer y experimentar ese amor, a participar de ese amor. Y como resultado, a extenderlo al resto de la creación.  En una ocasión le preguntaron a Jesús sobre el mandamiento

On the mount

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Lots of people are fond of mountains. Many spend a good part of their lives developing and maintaining a physical condition that allows them to accomplish the feat of reaching those hilltops. Some even travel around the world to climb mountains of different levels of difficulty. Just in case, I am not one of those people. In my case, if I have to climb a hill for some reason, thank goodness for roads and motor vehicles.   But there is something else that piques my curiosity and it is how much mountains are mentioned in the Bible. There are mountains everywhere! According to an article I read, mountains are mentioned about 500 times. On the one hand, it is because mountains are part of the geography where biblical history takes place. But there is also an important connection between God and mountains.   We could think of Mount Sinai, the place where God gives the law to his people through Moses, or Mount Carmel, where Elijah faces the prophets and Baal, and obviously Zion, the mountain