Amando a Dios, pensando nuestra fe (parte 2)


En esta parte 2 les comparto algunas maneras que considero cómo se vería el amar a Dios con nuestra mente, que el pensar nuestra fe sea parte de amar a Dios con todo lo que somos. 

En primer lugar, nuestra reflexión teológica como expresión de amar a Dios, nos debe llevar a afirmar la unidad de la iglesia en medio de su diversidad. Algo importantísimo que no podemos ignorar es la diversidad en la iglesia. La fe cristiana tiene expresiones en casi todas las partes del mundo. Católicos, ortodoxos, anglicanos, presbiterianos, metodistas, aliancistas, bautistas, pentecostales, solo por mencionar algunos. Y aún dentro de esas categorías, existe diversidad cultural. 

Lamentablemente, a veces parecería que lo que hace la teología es dividirnos más. Y concluimos que lo malo es la teología. 

 

Usamos la teología como un arma para atacar y defendernos de otros, en lugar de usarla como himno de alabanza y herramienta de reconciliación. Convertimos la teología en un campo de batalla en lugar de un lugar de adoración y comunión. 

 

Que la teología sea conversación implica que hay una diversidad de voces, de perspectivas, de contextos, de realidades desde la cual se habla. A su vez, al ser conversación, incluye hablar, pero también incluye escuchar. No solo para responder, sino en primer lugar para entender.

 

Por casi 5 siglos, la mayoría de los cristianos en el mundo se ubicaban en Europa, y luego en naciones conectadas a Europa, como Estados Unidos. Hoy día, la mayoría de los cristianos están en Africa, Asia y Latinoamérica. 

 

Philip Jenkins dice que el cristiano promedio hoy sería una mujer de color, en una aldea en Africa o una favela en Brazil.

 

¿Por qué digo esto? Porque reconocer y apreciar la diversidad cultural así como teológica de la iglesia en el mundo es imprescindible para conocer y como resultado amar al Dios quien es el tema de conversación. 

 

El mandato a lavar los pies unos de los otros, de someternos unos a otros, de considerar al otro como más importante no se limita a la iglesia local, sino que tiene profundas implicaciones en la iglesia global. 

 

Para conocer y amar a Dios necesitamos a toda la iglesia en su preciosa diversidad. 

 

En segundo lugar, nuestra reflexión teológica como expresión de amar a Dios, debe recordarnos que valoramos la doctrina y a su vez, discernimos cuando la acción de Dios rete nuestra teología. 

 

En el libro de los Hechos leemos sobre el comienzo de la iglesia. Y en Hechos 2 se nos dice que los creyentes, la iglesia que nace en pentecostés, se mantenía fiel a la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.

 

Uno podría pensar que ser fieles a esa enseñanza significaba que ya el trabajo estaba hecho. Que los apóstoles ya pensaron por nosotros, y que ahí está todo lo necesario para que la iglesia continúe y se desarrolle por siglos hasta la venida de Jesús. 

 

Sin embargo, solo unos capítulos más tarde, en el capítulo 10, Pedro (uno de esos apóstoles) tiene una experiencia con Dios que reta su teología, su doctrina. Recuerdan la escena? Está orando en el techo de la casa. Y allí tiene una experiencia con Dios, una visión y una conversación. Dios, por medio de esto, reta la teología de Pedro. Y ante la opción de ser fiel a su doctrina o al mover de Dios, Pedro fue sensible a la segunda.  

 

Pero me encanta que varias menciona que Pedro seguía reflexionando y buscando entender el significado de aquello que había ocurrido. Pedro estaba, impulsado por Dios, pensado su fe, revisando su teología.

 

Un poco más adelante, en el capítulo 15, algunos se reúnen para decidir como proceder ante la realidad que estaban viviendo. Los gentiles estaban creyendo en Jesús. ¿Qué hacemos con ellos y ellas? Los recibimos como parte de la iglesia, o hay un protocolo distinto? Si hubiese sido tan claro como citar uno o dos versos, no hubiese hecho falta reunión. Es más, versos tenían para usarlos a favor de que además de creer en Jesús, tuvieran que hacerse judíos. Su posibilidad de salvación requería dos pasos. 

 

De manera impresionante, estos creyentes que se mantenían fieles a la enseñanza de los apóstoles, consideran su momento de vida, la situación (lo que Dios estaba haciendo), y muestran su fidelidad permitiendo que el Espíritu Santo (y no sus preferencias, prejuicios o gustos) les mostrara el camino.  

 

Una lección que vemos aquí es que podemos ser fieles a la doctrina de los apóstoles, a la fe histórica que profesamos, y a su vez estar abiertos para la obra de Dios en nuestro tiempo y contexto. Con el énfasis en que la decisión que tomaron allí fue basada en su experiencia de lo que el Espíritu Santo estaba haciendo. 

 

El fundamento de su fe no cambió, sino su manera de entender algunos aspectos de esa fe. Ahí está la diferencia. El evangelio no cambia, Dios no cambia, pero nuestro entendimiento de algunas de estas cosas sí puede cambiar, sí puede crecer, especialmente si somos sensibles a la obra del Espíritu Santo de guiarnos a la verdad. 

 

Aquello pudo haberse sentido como una traición a su tradición y a su larga historia. Podría sentirse como una muerte. Sin embargo, el fruto de aquella decisión fue que el evangelio siguió esparciéndose en naciones gentiles. En parte, porque fueron lo suficientemente humildes para reconocer que podían estar equivocados, y que nuestra lealtad mayor es a Dios y no a nuestro entendimiento. No amamos nuestra teología, amamos a Dios.

 

La Biblia no nos da todas las respuestas pero nos señala el camino hacia las respuestas. No se nos dice qué hacer en cada situación, en cada circunstancia, en cada contexto, ante cada pregunta. Lo que hace es mostrarnos el patrón de cómo pensar nuestra fe. Y de qué hacer cuando Dios reta nuestra teología. 

 

Escuchaba un pastor y autor (A.J. Swoboda) hacer la pregunta: “cuando fue la última vez que te diste cuenta de que estabas equivocado(a) acerca de Dios?” Te has preguntado eso? Porque si no podemos identificar ninguno, tal vez no hemos estado prestando atención. 

 

Estoy convencido que muchas de nuestras crisis de fe son producto de mala teología. 

 

Así que conozcamos bien la Escritura, aprendamos bien nuestra doctrina, pero que nunca se convierta en obstáculo a lo que Dios quiere hacer en nuestras circunstancias. El ejercicio de amar a Dios de esta forma, de dedicarnos a nuestra reflexión teológica, nos ayudará a saber responder mejor a momentos como ese. 

 

A reconocer si hemos estado incorrectos, aún si hemos hecho daño por ideas acerca de Dios, del evangelio, del mundo, que hemos repetido, de las cuales necesitamos arrepentirnos. 

 

En tercer lugar, nuestra reflexión teológica como expresión de amar a Dios, debe informar nuestro acercamiento al mundo, nuestro diálogo con la cultura que nos rodea. 

 

El pasaje en Romanos 12 es uno que con buena probabilidad muchos de ustedes saben de memoria. En los versos 1 y 2 Pablo hace una conexión entre nuestra adoración (entrega y sacrificio a Dios) y la transformación que ocurre mediante la renovación de nuestra mente. 

 

Y en medio de esa conexión, hace un comentario sobre nuestra relación al mundo, a la cultura que nos rodea. Nos llama a no ser formados por nuestra cultura. En mi opinión, y muchos han escrito sobre esto, algunas de las maneras más terribles en las que nuestra cultura occidental ha formado la iglesia es en este énfasis en el individualismo, en el consumerismo, en tratar la iglesia como un negocio o corporación, y en los pastores y líderes vernos como celebridades (nuestro valor se basa en la cantidad de seguidores (en el templo o en las redes sociales), libros que hemos escrito o leído, eventos a los que somos invitados, etc. 

 

Hay valores en nuestra cultura que debemos resistir, que son dañinos, que es importantísimo que no seamos formados por esos. 

 

Pero lamentablemente, en muchos casos esto se entiende como resistir y rechazar por completo la cultura. Como si el llamado es a separarnos completamente de ella. Pero eso no es lo que Pablo dice. 

 

El asunto aquí es ser formados. En nuestro acercamiento a la cultura, no se trata de resistirla por completo, ni de ser formados por ella. Se trata de, viviendo en esa cultura, ser transformados. Y esa transformación está ligada a nuestra manera de pensar. 

 

El pastor Rich Villodas hace dos comentarios relacionados a esto que quisiera compartirles. El primero es que “la iglesia no está llamada a estar en el centro de la división cultural/política de izquierda o derecha. La iglesia debe ser una especia única en su clase, retando tanto la derecha como la izquierda, y encontrando su verdadera identidad en el centro de la vida de Dios.” 

 

La transformación mediante la renovación de nuestras mentes no meramente nos mueve de una posición a otra en issues que enfrenta la sociedad. No se trata exclusivamente de estar a favor o en contra. Liberal o conservador. Se trata de ver los asuntos desde otra perspectiva, una que ni la derecha ni la izquierda ven por completo. Y traer a la conversación, una palabra que busque construir en lugar de destruir. 

 

El segundo comentario que hace el pastor Villodas es el siguiente: "con demasiada frecuencia los cristianos asumimos la ausencia de Dios, en otras personas, culturas, y situaciones."  Miramos a nuestro alrededor, y asumimos “Dios no está ahí.” Sin embargo, dice él:


 “lo que se necesita de nosotros como seguidores de Jesús es discernir la presencia de Dios, en lugar de asumir su ausencia.” 

 

De hecho, la teología cristiana asume la presencia activa de Dios en el mundo. Ahora, no todos pueden discernir esto. El mundo no puede discernir esto. Nosotros deberíamos. Se supone que seamos nosotros los que vemos a Dios presente y actuando en medio de nuestra cultura, y nos unimos a lo que está haciendo. No es fácil. Requiere discernimiento, sabiduría, una mente renovada, una transformación de nuestro ser. 

 

Nuestra reflexión teológica nos debe capacitar y catapultar para acercarnos al mundo de la forma que Dios se ha acercado a nosotros. 

 

Es resultado de afirmar que el reino de los cielos se ha acercado. Después de todo, fue Jesús quien dijo Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios. Quiere decir que la condición de nuestro corazón, haber sido purificados por su amor, nos permite verlo. 

 

Nos ayuda a percibir su presencia en todo lugar, y nos permite unirnos a él.

 

Hago eco de las palabras de Sarah Bessey cuando dice “Tengo esperanzas de que todos luchemos con esto. Que demos una mirada profunda a nuestros corazones y revisemos nuestra teología, nuestra metodología, nuestra praxis, nuestra eclesología, todo. Que nos moleste y hablemos la verdad. Que resistamos esta cultura de celebridad y consumerismo; que vivamos nuestra verdadera identidad. Que seamos de brazos y corazones abiertos. Tengo la esperanza que seamos conocidos como aquellos que aman. Que cambiemos, que crezcamos. Y que vivamos como que somos amados.” 

 

La teología es conversación continua. No la empezamos nosotros, y no la acabamos nosotros. Sino que entramos en ella. Así que nos toca escuchar primero lo que se ha dicho, lo que se está diciendo, y apreciar nuestro turno de contribuir. 

 

Comments

Popular posts from this blog

On the mount

Pablo estaba equivocado

Y Jesús se metió en el bote (Parte 3)