¿Señales del fin?


Muchos de nosotros nos preguntamos sobre el "fin del mundo". Parece ser un tema que hace fluir la creatividad de algunos y activar el miedo de muchos otros. Desde películas y libros, hasta sermones y estudios bíblicos, los puntos de vista y perspectivas son tan variados como el menú de Cheesecake Factory. Cosas como armas nucleares, fenómenos atmosféricos, guerras, inteligencia artificial, y por supuesto, una pandemia, hacen que el tema se convierta en trend cada vez. (Un asunto que faltó mencionar aquí es cada vez que Israel hace noticia).

Lo cierto es que no somos los primeros en preguntarnos y especular sobre estas cosas. Algunos de nosotros crecimos escuchando predicciones sobre el fin del mundo. ¿Recuerdas Y2K? ¿O los aparentes cálculos hechos por los mayas para el 2012? Y ni hablar de Nostradamus. Pero lo que me toca de cerca, y me preocupa aún más, es cuando se levantan voces dentro de la iglesia cristiana buscando descifrar el código acerca del "fin de los tiempos".

Algunos, incluso con buenas intenciones, citan versos de la Biblia para crear escenarios complicados de eventos paso a paso, especulaciones sobre fechas y advertencias sobre señales. Parece haber una ansiedad por poder conectar versículos con eventos y personas actuales. Pero aún con buenas intenciones se puede hacer mucho daño.

Millones de personas se están preguntando si nuestra situación actual es uno de esos signos. Bastará con una búsqueda rápida en YouTube de "señales del fin" o "rapto". (Para obtener más información sobre cómo acercarse mejor a muchos de estos pasajes en la Biblia, recomiendo leer/escuchar pastores, teólogos y biblistas como N.T. Wright, Scot McKnight, Brian Zahnd, Juan Stam, Samuel Pagán, Michael Gorman y otros).

Mi pregunta es: ¿cómo debemos abordar este tema en medio de la pandemia del coronavirus? (y cualquier otra situación que provoca el mismo efecto)

Aquí les dejo algunos pensamientos.

Para comenzar, debemos darnos cuenta de que millones de seres humanos viven día a día en medio de la guerra, el hambre, la enfermedad, la violencia, el racismo y otras circunstancias terribles. Debido a nuestro inmenso acceso a la información, podemos leer sobre ello, ver fotos y hasta videos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, seguimos con nuestras vidas mayormente inafectados. La idea de que esos sean señales del fin de los tiempos no pasa por nuestras mentes. 

De alguna manera, no es hasta que esa realidad toca a nuestra puerta que comenzamos a considerar la pregunta.  Cuando las cosas se ponen difíciles, y nos duele a nosotros o nuestros seres queridos directamente, nos sentimos tentados a llegar a la conclusión de que debe ser el final.

Quizás sentimos que, si el "fin" se da en nuestros tiempos, eso de alguna manera eso añade valor y significado a nuestra existencia. 

No quiero ser insensible. Muchas de las situaciones que vivimos o que ocurren en nuestro mundo causan temor e incertidumbre. No podemos enajenarnos de lo que ocurre en el mundo. Necesitamos abordar nuestros miedos y ansiedades de una manera saludable. Está bien pedir ayuda.

Es una oportunidad para pedirle a Dios que nos ayude a ver y escuchar lo que está haciendo y diciendo, en medio de la situación que vivimos. Porque Dios siempre está trabajando y hablándonos. El problema es que no siempre nos damos cuenta.

Entonces, ¿es éste el fin?

 No lo sé. La verdad es que nadie lo sabe. (Nota: Ya se cumplieron 5 años del momento en el que el mundo se "detuvo" a causa de la pandemia del COVID)

La cosmovisión cristiana afirma que la historia no es una serie de eventos aleatorios. Por el contrario, ve la historia como moviéndose hacia un rumbo específico. Jesús habló sobre el reino de Dios acercándose. Y eso son buenas noticias. 

En Jesús, Dios estaba estableciendo su reino en la tierra. Comúnmente se habla de ello como un "ya, pero todavía no". Ya está aquí, podemos experimentar y vivir algunas de sus implicaciones, pero también estará llegando a su plenitud en algún momento en el futuro. Hacia ahí se dirige la historia. La renovación de todas las cosas.

Jesús prometió regresar, y confío en esa promesa. Simplemente no creo que ocurra de la manera que algunas películas y libros intentan predecir. En realidad, sería mejor que algunas de estas imágenes sean dejadas atrás (¿viste lo que hice ahí?).

Entonces, el regreso o la reaparición de Jesús establecerá completamente el reino de Dios para siempre. Sí, habrá una especie de fin, pero solo para dar lugar a un nuevo comienzo. No como parte de un ciclo interminable, sino como el cumplimiento de la promesa de Dios de redención, resurrección y vida eterna.

Sin embargo, hay algunos detalles de los que no podemos estar seguros.

Estas son las palabras de Jesús a sus discípulos:

“No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre —les contestó Jesús—. Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” Hechos 1: 7-8

No. Nos. Toca.

En otras palabras, esa responsabilidad está más allá de nuestra capacidad. Se espera que actuemos de acuerdo con lo que sabemos. Y lo que sí sabemos es esto: no se nos ha dado un espíritu de miedo, sino de poder. Poder para ser testigos, para contar las buenas noticias sobre la esperanza y la salvación. Hablar sobre cómo el plan de Dios no es para nuestra destrucción sino para nuestra redención.

En conclusión, no estoy diciendo que no importa si este es el final o no. Por el contrario, como con todos los asuntos serios del Reino, sugiero que sigamos el consejo del Rey: ser como el siervo fiel que está enfocado en hacer lo que fue llamado a hacer.

En lugar de "¿es este el final?" La pregunta debería ser ¿cómo podemos honrar a Dios en estos momentos? ¿Cómo podemos amar a nuestro prójimo en medio de una pandemia (o cualquier otra situación)? ¿Cómo podemos ofrecer la esperanza del Evangelio a quienes nos rodean?

No solo porque tememos que este sea el final, sino porque eso es lo que fuimos llamados a hacer desde el principio.

“Mientras sea de día, debemos hacer las obras del que me envió” - Jesús (Juan 9: 4)


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