Vidas cuestionables

 


Algunos pensarían que porque soy pastor, profesor u obrero internacional, soy un experto en compartir mi fe con otros. La realidad es que no. Tengo las mismas dudas, miedos, e inseguridades de muchos. Añade a eso, el ser consciente de cómo a lo largo de la historia, en el proceso de compartir esta misma fe que profeso, aunque se ha hecho mucho bien, también se ha hecho un terrible daño. Se ha mezclado con racismo, violencia hacia los nativos, discrimen contra la mujer, colonialismo, y otras. 

 

Aún así, estoy convencido que eso ha sido una traición a Jesús y su mensaje. Creo que el mensaje del evangelio es verdaderamente liberador. Creo que tengo un mensaje, una persona, una vida que compartir. Y creo que no da igual que lo haga o no. 

 

En medio de todo eso, pienso mucho en cómo vivir y compartir mi fe en una manera que honre a Jesús, lo que hizo y dijo, quien es y lo que todavía quiere hacer en este mundo tan complejo. Así que el otro día vi un pequeño libro de Michael Frost, teólogo y ministro australiano, llamado ¡Sorprenda al mundo! En el que presenta un modelo sobre hábitos de personas altamente misionales. Me llamó la atención y lo compré. Creo que es un buen lugar para comenzar ese tipo de conversaciones. Aquí les comparto un breve resumen de sus ideas. Les invito a leer el libro, que desarrolla y explica las ideas de mejor forma. 

 

El modelo que Frost presenta es uno que busca movilizar a los cristianos hacia arriba, hacia adentro y hacia afuera en la misión. Hacia arriba se refiere a la conexión con Dios (el Dios de la misión); hacia adentro tiene que ver con el desarrollo de la comunidad de creyentes (la iglesia que participa en la misión); y hacia afuera se trata de lo que nos rodea (el lugar/contexto de misión). 

 

Más que estrategias, libretos o versos bíblicos, el autor nos invita a considerar hábitos que nos forman como personas con un tipo de vida al que llama cuestionable. La mayoría de nosotros cuando lee la frase “una vida cuestionable” piensa inmediátamente en algo negativo, sin embargo significa literalmente una vida que causa o despierta preguntas en los demás.

 

Una de sus ideas interesantes es que no todos los cristianos debemos considerarnos evangelistas. Es decir, no todos tenemos la habilidad o el don de comunicar claramente el evangelio para que personas puedan conocerlo. Pero lo que sí debemos hacer todos los creyentes es vivir vidas que de distintas maneras apuntan al evangelio. Cuando nuestras vidas generan preguntas, se crean oportunidades para “dar razón de nuestra esperanza” (1 Pedro 3:15). No tenemos que ser extrovertidos, ni grandes comunicadores, para poder hacer esto.

 

Dice Frost: “Yo creo que los líderes que son evangelistas dotados tienen la responsabilidad de equipar a sus congregaciones para que sean capaces de hablar con otros de Jesús, pero las oportunidades para compartir la fe surgirán de los no creyentes que cuestionen.” (énfasis del autor)

 

La pregunta obligada es, ¿qué tipo de vida sería una cuestionable (en sentido positivo)?

 

Antes de que pensemos que se trata solo de dar a los pobres, o visitar a los enfermos (cosas que debemos hacer!), estas son cosas que muchos no creyentes hacen también, y hasta cierto punto se espera que los cristianos lo hagan, así que en muchos contextos no sería nada cuestionable. 

 

Como veremos, podemos mencionar algunas cosas de manera general, pero también reconocemos que es una pregunta contextual. Es importante conocer cómo viven las personas en nuestro entorno. También requiere discernimiento y ser intencionales. 

 

Aquí vale repetir los conceptos de hacia arriba, hacia adentro, y hacia afuera. “Tenemos que llegar a ser una presencia piadosa, intrigante, socialmente aventurera y gozosa en la vida de otros.”

 

El autor entonces nos presenta 5 hábitos misionales, o hábitos que forman una vida misional. Define misional como “todo lo que hacemos y decimos que despierta a otros al reinado de Dios”.

 

Antes de pasar a los 5 hábitos, permítanme citar un párrafo importante en su totalidad:

 

“La misión no está interesada principalmente en el crecimiento de la iglesia. Está principalmente interesada en el reinado y el gobierno del Dios trino. Por eso es que aquellos de nosotros que no somos evangelistas dotados necesitamos fomentar hábitos en nuestra vida que nos involucren en la vida de los no creyentes e inviten la clase de preguntas que conllevan a compartir el evangelio. Cuando nuestra vida llega a ser cuestionable, nuestros vecinos nos invitan a proclamar el reinado de Dios. Si la iglesia crece como resultado, que así sea.” 

 

Mucho para pensar, ¿no?

 

Los hábitos que menciona están conectados con un valor misional. Estos son:

Animar  Ser generosos

Comer  Ser hospitalarios

Escuchar  Ser guiados por el Espíritu

Ofrecer  Ser misional

 

Aún estos hábitos (y otros que usted pudiera añadir) se pueden convertir en cosas que hacemos en automático o por obligación o hasta culpa. Pero debemos verlos como oportunidades para ser intencionales, conscientes de la razón por la que los hacemos. Más que una serie de tareas que añadamos a nuestra agenda que ya está bastante llena, es reorientar nuestra agenda alrededor de prácticas que nos mantienen enfocados y participando de la misión.

 

El autor comienza con desarrollar el hábito de animar a otros regularmente. Por su raíz en latin, animar viene de “dar vida”. Nuestras palabras pueden tener un efecto poderoso en los demás, para bien o para mal. ¡Usémoslo para bien! Pero al animar puede ir mucho más allá cuando lo convertimos en gestos, acciones, regalos, etc. Como dice el famoso refrán “las acciones hablan más fuerte que las palabras”. Diferentes personas se sienten amados o animados de diferentes formas. 

 

Esto requiere que conozcamos a las personas, de manera que les animemos en las maneras que más amados se sientan. En otras palabras, que hablemos su lenguaje de amor. Esto toma tiempo, requiere ir más despacio, prestar atención. Él dice que debemos “hacernos atentos a las necesidades, los temores, las esperanzas y los anhelos de nuestros vecinos para animarlos aporpiadamente”. El hábito tiene que ver con animar al menos tres personas cada semana, incluyendo alquien que no sea creyente. 

 

Comer es el segundo hábito. Comer suena obvio, es necesario para la vida. También está el famoso chiste de “los cristianos quizás no beben, pero comeeeeen…”. Pero aquí se refiere a compartir la mesa con otros. Si algo Jesús hizo, que lo metió en problemas, fue comer con la gente. Más aún, cuando estableció una actividad que se hiciera para recordar su sacrificio, nos dijo “coman y beban”.

 

 

Quiere decir que nuestras mesas pueden ser lugar de encuentro con el evangelio. Dice Frost: “La mesa debería ser el símbolo principal de la reunión cristiana.  Representa la hospitalidad, la inclusión, la generosidad y la gracia.” También añade: “cuando comemos juntos, descubrimos la humanidad inherente de todas las personas. Compartimos historias. Y esperanzas. Y temores. Y decepciones.” 

 

Es decir, compartir las mesas, comer con la gente, nos permite ser más humanos. Estar presentes en los momentos más cotidianos, pero que aveces también son los más íntimos. El hábito es de comer con dos o tres personas cada semana, ya sea en tu casa o en algún otro lugar. 

 

El tercer hábito es escuchar, y se refiere a estar atentos a la voz del Espíritu. Si reconocemos que la misión es de Dios, y es su Espíritu el que nos capacita e impulsa a participar, necesitamos escucharle y ser dirigidos. Esto requiere reducir nuestra velocidad con la que vivimos día a día. La prisa es un gran enemigo, de la vida espiritual, y como resultado, de la misión. 

 

“Nuestra ptráctica de generosidad y hospitalidad debe nutrirse y sustentarse intencionalmente con las disciplinas de soledad, el silencio y la oración.” Si no, podemos terminar haciendo muchas cosas “para Dios”, pero irónicamente “sin Dios”. Necesitamos establecer ritmos saludables que nos permitan estar con Dios, ser conscientes de su presencia constante, y descansar en él. Es un recordatorio de las palabras de Jesús “sin mí nada pueden hacer” y “permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes”. 

 

Hoy día hay muchísimos recursos para ayudarnos con esto. Pero lo más importante es que nos detengamos, varias veces al día, y recordemos que antes de ser llamados a cualquier actividad, hemos sido llamados a estar con Dios. Eliminar por un rato las distracciones, y enfocarnos en Dios y en nuestra unión con él. No se trata de vaciar nuestra mente, sino de llenarla de Dios. Es momento de recibir su amor, escuchar su voz. Estos ratos que apartamos de manera intencional, con el tiempo, nos ayudarán a estar tan atentos a la voz de Dios, que escuchamos su dirección en medio de cualquier de nuestras actividaes, conversaciones y asuntos cotidianos. 

 

El cuarto hábito es el de reflexionar. Especialmente reflexionar en Jesús. Aunque leemos la Biblia completa, y adoramos a un Dios trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo), según ese testimonio bíblico, Jesús es quién nos ha revelado (dado a conocer) a Dios de manera completa. Dios es como Jesús. Entonces, debemos conocer, pensar, reflexionar en la persona de Cristo. “Necesitamos conocerlo si vamos a compartirlo como la razón de la esperanza que tenemos”, dice Frost. 

 

Cristo quiere ser formado en cada uno de nosotros, de manera que aquello que compartimos cuando hablamos sobre nuestra fe no es una idea abstracta o una creencia, sino parte de nuestra vida, de quienes somos. 

 

Al conocer mejor a Cristo, al estudiar su manera de hablar, de acercarse a la gente, de escuchar a las personas y de ser compasivo, aprendemos también cómo hacerlo. Si alguien fue experto en vivir una vida custionable fue Jesús. Al reflexionar en su vida, hacemos en bien en preguntarnos qué lo hizo generar preguntas. Quizás haya ahí alguna idea de qué haría nuestra vida cuestionable hoy. Se le conoce como el modelo encarnacional, que como jesús, se refiere a profundizar con otros, a vivir entre aquellos a los que queremos alcanzar. A interesarnos genuinamente por su vidas, y no solo esperar que se interesen en las nuestras. 

 

El quinto y último hábito es el de ofrecer. Tengo que reconocer que la traducción al español es confusa. En inglés el autor habla sobre vivir como un enviado(a). En este hábito nos invita a reflexionar cada semana, ya sea escribiendo o conversando acerca de las maneras en las que tuviste oportunidad de señalar al reino de Dios haciendo uso de los hábitos ya discutidos. Es un momento para celebrar lo que ocurrió en la semana, o preguntarnos sobre aquello que no pasó, o que no resultó como deseábamos. Pensar en qué maneras pudimos llevar a cabo el ministerio de reconciliación al que hemos sido llamados, o las veces que pudimos trabajar por la paz y la justicia, entre otras. 

 

La idea no es hacer una lista de cosas buenas para sentirnos mejor, sino ver todas las oportunidades, por sencillas que sean, que tenemos de compartir nuestra fe, comenzando por vivir vidas cuestionables. 

 

Ahí los 5 hábitos que propone Michael Frost. ¿Cuál añadirías?

Comments

  1. Está excelente! Yo añadiría el demostrar una vida agradecida con otros

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    1. Gracias por tu comentario. Así es. Vidas agradecidas!

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