Adviento 2020: Paz

 Siglos antes de que naciera Jesús, Dios había hablado a través del profeta Isaías acerca que un niño que nacería. Este niño, entre otras cosas, será llamado Príncipe de Paz.

¿Qué podría significar eso?  

Al lo largo de la narrativa bíblica, y el resto de nuestra historia, la paz parece ser un ideal inalcanzable. Aún aquellos mejor intencionados, han sucumbido a la tentación de usar el poder, la fuerza, y la violencia para conseguir la paz. Muchos de estos consiguieron control o cierto tipo de estabilidad, pero eso no es lo mismo que paz.

El pueblo de Israel no había experimentado paz en siglos. Un reino tras otro se encargó de hacerles la vida imposible. Claro, Israel no fue mera víctima, sino que vez tras vez sus propias decisiones los hicieron tropezar y fracasar en el intento de ser una gran nación. Aquella promesa hecha por Dios a Abraham de que serían de bendición a todas las naciones parecía haber quedado en el olvido. 

 

Pero había una promesa. Aún si el pueblo fracasaba, aún en su infidelidad, Dios tenía un plan. Dios traería paz. No a la fuerza, no por medio de violencia, ni por medio de una gran nación. Dios traería paz a través de Jesús. La paz llegaría mediante el amor, la entrega, el sacrificio.


No nos equivoquemos, la primera Navidad no fue en un momento de paz y tranquilidad (Aún si cantamos “Noche de paz”). Todo lo contrario. Tensiones políticas, problemas raciales y conflictos políticos era lo que reinaba en aquel momento (¿suena parecido a nuestros tiempos?). 


Aún así, vemos en los evangelios que muchos de los que vieron en Jesús el Mesías esperado, así como los que se opusieron a él, fallaron en comprenderlo como el Príncipe de Paz. Y creo que todavía se nos puede escapar. 

Por un lado, algunos de sus seguidores estaban listos para tomar armas y finalmente usar el poder y la violencia para devolver la gloria de antes a Israel. Cuando comenzaron a ver el camino de la paz que Jesús vino a trazar (y del cual no se desvió) quedaron decepcionados con él. 

Por otro lado, aquellos que se oponían a él (mayormente líderes religiosos), lo hicieron pensando que Jesús representaba un peligro al status quo que tanto les beneficiaba a ellos (la irónicamente llamada pax romana). 


Porque la paz de Dios, así como su reino, no son como los de este mundo. 


Poco antes de morir, Jesús dirigió estas palabras a Jerusalén: “¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos.” 

Palabras fuertes, ¿no? 

Jesús había sido esa señal de que Dios se estaba refiriendo a una paz superior, y la manera de alcanzarla contradecía las mejores estrategias humanas. 

Aquel que traería la paz, acabó muriendo de una manera violenta. Tristemente, no ha sido el único. Otros que han trabajado por la paz han sufrido de manera similar. 

Hablando solo de historia reciente, y de figuras conocidas, podemos mencionar a Mahatma Gandhi (asesinado en el 1948), Martin Luther King Jr (asesinado en 1968) y  Malala Yousafzai (intentaron asesinarla en 2012). 


Parece que los pacificadores siguen siendo odiados por el mundo. 


Me pregunto si Jesús seguirá mirando la tierra y pronunciando las mismas palabras. Considéralo por un momento. ¿Será que vivimos todavía en un mundo en el que la paz está oculta a nuestros ojos? ¿Será demasiado tarde?


Adviento nos invita a esperar, a esperar por la paz que Dios anhela para nuestro mundo. Esperar por la paz que prometió. Pero lo hacemos, recordando que esa paz llegó. Se hizo carne, caminó entre nosotros y nos mostró el camino a seguir.

Como ya hemos dicho, hay un elemento activo en nuestra espera por la paz. Nosotros no somos la fuente de la paz. Tal como dijo el profeta Miqueas hablando sobre el Mesías: “él será la fuente de paz”. 


Jesús no nos envío a producir paz,                                                              pero sí nos llamó a trabajar por ella. 


Si creemos que Cristo es nuestra paz (Efesios 2:14), eso quiere decir que ahora, tenemos paz con Dios (Romanos 5:1), pero también afirma que podemos vivir en paz con otros (Romanos 12:18). 

Trabajar por la paz que Dios trae en Jesús nos obliga a considerar cuál es su concepto de paz y la manera en la que él lo hace posible, y no nos queda otra alternativa que seguirlo. 


Como bien dijo Thomas Merton: 

“Así que más que amar lo que tu concepto de paz, ama a los demás y ama a Dios sobre todo. En lugar de odiar la gente que piensas que son promotores de guerra, odia los apetitos y desórdenes en tu propia alma, las cuales son las causas de la guerra. Si amas la paz, odia la injusticia, la tiranía, odia la avaricia – pero odia estas cosas primero en tu propia vida, no en las del otro.” 


Que en esta navidad podamos celebrar la paz que Jesús hace posible, comenzando en nuestro interior, y extendiéndose a nuestras relaciones. Que escuchemos y creamos sus palabras, como cuando les dijo a sus discípulos: “Mi paz les dejo, mi paz les doy”.  Tal vez no sea demasiado muy tarde. 

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