Y Jesús se metió en el bote (Parte 4)

Ambas historias que estamos considerando incluyen un grupo de hombres enfrentando una tormenta en el mar, y en medio de eso, una figura importante que duerme. Raro, ¿no? 

Ya vimos que las tormentas muestran que las apariencias pueden ser engañosas. En medio de ellas, necesitamos una perspectiva mayor. También mencionamos que las tormentas revelan nuestra limitada capacidad de salvarnos. Es posible que intentemos todo lo que nos enseñaron, lo que leímos en tal libro, lo que nos enseñó papá o mamá, y aún así sentir la frustración de no poder resolver nuestras situaciones. (Puedes leer más sobre estas en los posts anteriores)

En esta parte nos dirigimos al climax de la historia. 

En ambas historias (Jesús con sus discípulos y Jonás con los marineros) la narración se detiene para enfocarse en un personaje en particular. En ambos casos, el que estaba durmiendo. 

Los marineros entendieron (aunque de manera medio rara) que Jonás era el causante de su peligrosa situación, pero Jonás sabía también que así como la tormenta había llegado por su culpa (era el único responsable), al arrojarlo del barco, al entregarse él a la tormenta, aquellos marineros se salvarían. 

Jonás sabía que Dios estaba detrás de lo que estaba ocurriendo, y que era el único capaz de lidiar con la tormenta. Finalmente, arrojan a Jonás al mar, lo lanzan a aquella poderosa tormenta, y dice el texto que la “furia del mar se aplacó”. Increíble! El sacrificio de Jonás causó que la tormenta se detuviera. 

Por otro lado, en la barca con Jesús, luego de que sus discípulos lo despiertan reclamándole, ocurre algo sin precedentes. Marcos 4:39 dice 

“Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar:

—¡Silencio! ¡Cálmate!

El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.” 

No puede ser. Tú y yo sabemos que una tormenta no se detiene de inmediato. Más aún, tú y yo sabemos que la naturaleza no le toma órdenes a los seres humanos. (Seamos honestos, lo hemos intentado)

Lo que ocurrió aquí no fue normal. 

Les propongo que la tercer cosa que nos muestran las tormentas es que solo hay uno capaz de lidiar con ellas.

Me encanta como comienza ese verso 39. “El se levantó”. Si has visto suficientes películas, puedes imaginarte la escena. La historia llega a su punto culminante, y aparece la figura principal levantándose. No ha hecho nada todavía, pero ya uno sabe lo que viene.

Más de una decena de Salmos incluyen el clamor a Dios de que se levante y rescate a los que lo necesitan. 

“Levántate, ven a ayudarnos, y por tu gran amor, ¡rescátanos!” Salmo 44:26

¿Has orado así alguna vez? Es una oración que sale de la desesperación de no poder más, de sentirnos tan pequeños e indefensos. De reconocer que solo Dios puede librarnos y rescatarnos de nuestras tormentas.

Jesús se levantó y ya sabemos lo que viene. 

El viento, las olas, escucharon la voz de su creador y lo reconocieron. Y le obedecieron al instante. Aquella voz que en el principio les había llamado a existir. El que las había diseñado cuidadosamente, y luego les había puesto límites y dado instrucciones de cómo funcionar. Les llamó la atención y lo escucharon. 

Qué simbólico y hasta irónico es que dice el apóstol Juan en su evangelio dice que Jesús vino a los suyos y estos no lo recibieron, no le reconocieron. Sin embargo, la naturaleza lo escuchó y de inmediato lo reconoció. Y todavía el viento y el mar reconocen su voz. 

En tu vida, ¿puedes reconocer la voz de tu creador? ¿puedes darte cuenta cuando llama tu atención? Yo creo que Dios nos habla de muchas maneras. Tenemos un Dios conversador.

En medio de las tormentas, solo hay uno que tiene el poder, la autoridad de callar el viento, de calmar el mar. ¿lo crees? 

Jesús está vivo. En medio de nuestras más grandes luchas y dificultades, nada lo mueve a él. No se sorprende, nada lo saca del trono, nada es muy difícil, nada es imposible para él. 

Dios sigue siendo el único capaz de calmar nuestras tormentas, tanto las externas como las internas. 


imagen de markdejesus.com

Luego de tener una perspectiva correcta, y de reconocer nuestra limitación, nuestra dependencia, nos toca permitirle a él que haga lo que solo él puede hacer. 

Jesús no nos envía a calmar nuestras tormentas, Jesús no nos manda a pelear y ganar. La invitación es a confiar en que en medio de ellas, él está presente. Que aunque andemos en valle de sombra y de muerte no tenemos que permanecer en temor porque él está con nosotros. 

Jesús se metió en aquel bote no solo para dar un paseo o dormir un rato. El sabía que entrar en aquel bote incluía los peligros del mar, pero también sabía que era el único capaz de enfrentar aquella tormenta. 

Pero hay algo más. Estos pescadores conocían bien el mar, ellos debían tener idea de cómo manejar las tormentas (al menos hasta cierto punto). De manera parecida, nosotros tenemos herramientas y recursos para lidiar con muchas de las situaciones que enfrentamos. 

Sin embargo, parece que hubo algo en particular en ésta que mostró una realidad mayor, una necesidad más profunda, y creo que apuntaba a una tormenta más grande y desastrosa. 

Pero para esa, tendremos que esperar a la última parte de esta serie. 

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