Y Jesús se metió en el bote (Parte 1)
“Todos estamos en el mismo bote”. Una frase que escuchamos mucho buscando encontrar un efecto nivelador en esta experiencia humana que puede variar tanto de persona a persona. En estos días escuché alguien responder que no es que estamos en el mismo bote, sino que nos encontramos navegando el mismo mar, pero cada uno en su bote. Este último busca nivelar las circunstancias, pero reconoce una diferencia en las herramientas, recursos y privilegios de cada uno.
Creo que hay algo de cierto en ambas imágenes. En general, todos enfrentamos la complejidad de la vida humana, aún si de maneras o en contextos distintos.
Image from markdejesus.com (blog) |
"el evangelio nos muestra un Dios que más que darnos instrucciones de cómo navegar, decide meterse en nuestro bote"
Un día, vemos en el capítulo 4 del evangelio de Marcos, Jesús se encuentra con sus discípulos en una barca. Luego de un día de trabajo, les dice “crucemos al otro lado”.
No se trataba de cualquier “otro lado”. Jesús quiere ir allí, no pensando en dar un paseo. Allí vivía gente que necesitaba libertad, esperanza, vida. Y Jesús tenía lo que ellos necesitaban.
Jesús se metió en su bote, les invita a cruzar al otro lado, y eso hacen.
Y Jesús decide dormir.
Cualquiera pensaría que el viaje entre un lugar y otro, en medio de una temporada de ministerio sería como un paréntesis en medio de la acción. Una escena que seguramente podemos saltar, para ir a la acción.
Pero Dios parece que no desperdicia nada en nuestra historia. Ni aquellos momentos más cotidianos. Ni aquellos que tal vez subestimamos.
Pero Dios parece que no desperdicia nada en nuestra historia. Ni aquellos momentos más cotidianos. Ni aquellos que tal vez subestimamos.
Dios siempre está obrando, y si prestamos atención, podemos darnos cuenta de lo que está haciendo.
Y mientras Jesús duerme, una fuerte tormenta se desata y ataca la barca. Tan fuerte, que los pescadores, expertos en la materia del mar, están desesperados, con miedo de morir. Los que conocen mejor el área comentan que el mar de Galilea es susceptible a tormentas repentinas, debido a un efecto del choque entre vientos frescos del mediterráneo con aire caliente y húmedo sobre el mar.
De momento, lo que parecía ser el tiempo de descanso, ese paréntesis entre las demandas de la vida y ministerio, se convierte en una lucha entre la vida y la muerte; fe y desconfianza; paz y temor. Ese viaje que no parecía tener mucha importancia se convertiría en un momento clave e inolvidable en la vida de los discípulos. De aquellos momentos que recordarían y contarían a muchos.
¿Puedes identificarte? ¿Puedes recordar momentos en los que la vida te ha sorprendido? ¿Momentos en los que enfrentas situaciones para las cuales no te sientes preparado?
Nuestra vida está llena de situaciones que se salen de nuestro control, como seguramente esa tormenta se sintió para los discípulos.
Aveces quisiéramos evitar esos momentos, pero es precisamente ahí cuando más vulnerables estamos, que Dios nos muestra una vez más quién es él, y quienes somos nosotros. Y nos deja, como a los discípulos, sorprendidos.
Porque todavía Jesús desea meterse en nuestro bote.
Pero volvamos a la historia, allí están los discípulos buscando como resolver, cómo salvar sus vidas y Jesús está dormido. !Qué escena más rara! Una tormenta y un tripulante dormido.
¿Les recuerda otra historia?
Mucho tiempo atrás había habido un profeta de nombre Jonás. Ese que recordamos con la famosa canción que algunos aprendimos en la escuela dominical. El profeta que Dios envía a una tierra de gente malvada, Nínive, para que les advierta que los iba a destruir.
Dios envió a Jonás a cruzar al otro lado (parecido a lo que hizo Jesús con los discípulos), pero Jonás no quiso. Jonás no quería que Dios tuviera misericordia de esa gente malvada, de esos pecadores, de gente inmoral, violenta, etc. Debe quedar claro, Jonás no se rehúsa ir a Nínive porque tenga miedo de ellos. La razón de ir en la dirección contraria es que Jonás sabe que Dios tendría misericordia de ellos y lo haría “quedar mal” al no cumplirse su veredicto de destrucción. ¿Será posible que tengamos la capacidad de limitar la gracia de Dios?
Ya Dios le había dicho a Moisés "tendré misericordia de quien quiera tener misericordia" - no queriendo decir que había algunos de los cuales no quería tener misericordia, sino que precisamente nosotros no tenemos opinión, voz y voto en eso, solo el.
Jonás decide ir en la dirección contraria. Vaya profeta!
Se monta en este barco con la intención de huir, y estando allí, de repente una tormenta azotó y el barco se inundaba. Cuenta el relato que en medio de su confusión buscaron arrojar cosas al mar, clamaron a su dios, pero nada parecía resolver. Al buscar a Jonás, similar a Jesús en el otro relato, estaba dormido.
Lo despiertan diciendo “¿cómo puedes estar durmiendo? Levántate y clama a tu dios. Quizás se fije en nosotros y no perezcamos.”
No puedo evitar ver unos paralelos muy interesantes en estos dos relatos. Una barca, una fuerte tormenta, un “otro lado al que Dios quiere ir”, una figura decisiva (y extrañamente dormida) en el barco, miedo, desesperación, y finalmente, calma y asombro.
Ambos relatos (y uno más que veremos más adelante) me hacen pensar en algunas cosas que las tormentas nos revelan. Pero hasta aquí llega el post de hoy.
Pendientes a la parte 2.
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