Pablo estaba equivocado

Hace algunos años, mientras estaba en el seminario, tomé una clase de teología con el Dr. Samuel Solivan. Durante una de nuestras discusiones, nos mostró una tira cómica de los Peanuts. Lo sé, tampoco lo esperaba. En él, Charlie Brown oye que Snoopy está escribiendo un libro sobre teología, y después de preguntar sobre el título, el ingenioso perro responde: "Tengo el título perfecto: ¿Se te ha ocurrido alguna vez que podrías estar equivocado"? Créeme, aprendí mucho del Dr. Solivan, pero nunca olvidaré lo que Snoopy me enseñó esa noche. Qué fácil es para cualquiera de nosotros seguir la vida y nunca considerar realmente que podríamos estar equivocados acerca de todo tipo de cosas. Incluyendo a Dios.

Esto me hizo pensar en Pablo.

Creo que podemos decir con seguridad que, aparte de Jesús, el apóstol Pablo es la persona más citada a la hora de probar un punto en un argumento sobre doctrina o teología. Viajó por todo el Imperio Romano predicando a judíos y gentiles sobre las buenas nuevas de Jesucristo. Iglesias fueron plantadas, líderes fueron desarrollados, y se enseñó a los creyentes. También escribió cartas a algunas de esas comunidades para tratar temas sobre lo que significaba vivir como discípulos de Jesús en su contexto. Él era otra cosa.

Pero, no siempre fue así.

Pablo había sido muy religioso toda su vida. Creció como judío, aprendió todas las historias, sabía todas las respuestas acerca del judaísmo. Eso significaba que él sabía todo sobre Dios. No obstante, odiaba a Jesús y todo lo que él y su banda de seguidores delincuentes representaban. Una mosca sucia en la leche pura de la verdadera religión del pueblo de Dios. Incluso fue tan lejos como para describirse a sí mismo como "intachable" en el cumplimiento de la ley.

Intachable. ¿En serio, Pablo?

En su defensa, él conocía las Escrituras como la palma de su mano. Entonces parecía que tenía razón en todas las cosas de Dios. Habiendo aprendido de los mejores maestros, era un líder prometedor, un ejecutor de la voluntad del Todopoderoso. Y para él, los que pertenecían al Camino (refiriéndose a los seguidores de Jesús) eran rebeldes blasfemos y merecían ser arrestados y, en algunos casos, ejecutados.

Si no estás familiarizado con la historia, te invito a echarle un vistazo. Puedes encontrarlo en el libro de los Hechos, capítulo 9.

Entonces, el intachable Pablo estaba en camino para defender a su dios y su fe y perseguir a todas esas personas ignorantes, cuando una luz y una voz del cielo interrumpieron violentamente su viaje. Cayó al suelo y quedó ciego. Un hombre poderoso y orgulloso se puso de rodillas. Una posición muy vulnerable e incluso peligrosa.

La voz dijo: "¿por qué me persigues?" Todavía tratando de averiguar qué estaba pasando, Pablo preguntó "¿Quién eres?”. No estaba listo para recibir esta respuesta. No era otro que Jesús (sí, el Jesús resucitado y ascendido). En otras palabras, Dios estaba deteniendo a Pablo y diciéndole: "Estás equivocado".

¿Alguien te ha dicho eso alguna vez? No sé tú, pero yo lo detesto. Especialmente cuando estoy convencido de que tengo la razón. Más aún cuando he trabajado duro para convencer a otros también.

Ya ves, somos adictos a tener razón. Oh sí, es una cosa seria.

La CEO y autora Judith Glaser explica: “Cuando discutes y ganas, tu cerebro se inunda con diferentes hormonas: adrenalina y dopamina, lo que te hace sentir bien, dominante e incluso invencible. Es la sensación que cualquiera de nosotros querría replicar. Entonces, la próxima vez que estemos en una situación tensa, lucharemos nuevamente. Nos volvemos adictos a tener la razón". (https://hbr.org/2013/02/break-your-addiction-to-being)

Pablo estaba acostumbrado a tener razón. Le encantaba. Estaba adicto a eso. Hasta que conoció a Jesús.

Equivocarse es parte de nuestra experiencia humana. Lo crucial es cómo respondemos al enfrentar esa realidad. Cuando nos damos cuenta y aceptamos que estamos equivocados, llegamos a un lugar donde podemos aprender, ser corregidos, y crecer. Pero solo si lo aprovechamos.

Definitivamente, esto no es fácil, porque aceptar que uno está equivocado puede sentirse tan violento como que alguien te derribe. Se siente como una derrota, como la muerte.

Jesús conoce una que otra cosa acerca de la muerte. Y él también sabe sobre resurrección. En realidad no puede haber resurrección sin muerte.

Entonces, si algo muere cuando nos equivocamos, ¡alégrate! La resurrección se acerca. Nueva vida, nueva comprensión. Justo como esa semilla de la que Jesús habló. Tal vez esa área en la que te equivocas es como ese grano. 

Y “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero, si muere, produce mucho fruto”. (Juan 12: 23-25)

Volviendo a Pablo, en ese momento se dio cuenta de que estaba equivocado. Estaba equivocado sobre Dios, sobre Jesús, sobre las personas y sobre sí mismo. Lo mejor de esto es que Dios no solo expone su error, sino que lo llevaría a una escuela mejor, llena de amor, poder, sufrimiento, presencia y victoria.

La asombrosa transformación que vemos en Pablo, de un líder religioso que se consideraba intachable, al que escribió: "todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor” tuvo mucho que ver con su aceptación de que había estado equivocado. Y no podía permanecer en silencio.

Dedicó su vida a predicar sobre las buenas nuevas, la gracia de Dios que se ha demostrado en Jesús, con el propósito de reconciliar al mundo consigo mismo, sin contar el pecado de las personas en su contra. Su predicación fue un recordatorio constante de que él había estado equivocado.

Es aterrador para aquellos de nosotros en el ministerio cristiano pensar que nuestra comprensión de la Biblia, la teología e incluso Dios, no siempre es 100% precisa. Pero cuán liberador es aceptar esa realidad y confiar en que Dios realmente nos llevará a la verdad, nos guiará y nos liberará. Seremos libres para crecer, aprender y darnos cuenta de que al igual que Pablo y Snoopy, podríamos estar equivocados, y eso está bien.

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