Adviento 2020: Esperanza

 El tema de la primera semana de Adviento es esperanza. De manera que desde el inicio, no solo se nos invita a esperar, sino que esa espera está caracterizada por una actitud particular. 

 

Esperar puede verse como algo pasivo, pero al considerar una actitud de esperanza, vemos algo de esa intencionalidad de la que escribimos en el post anterior.  En cierto modo, todos esperamos, nos guste o no. Pero hacerlo llenos de esperanza requiere una decisión de nuestra parte. Una que asume un riesgo. Y si algo hacemos la mayoría de nosotros es evitar el riesgo. 

 

De pequeños, no siempre comprendemos los riesgos. Por eso es necesario que nos enseñen a no acercarnos al borde, a no separarnos mucho de nuestros padres en las tiendas, y no meternos a la piscina inmediatamente después de comer (mira, mejor no como). 

Al llegar a la adultez, ye hemos sido adiestrados a evitarlos para preservarnos. Sin embargo, no siempre es lo más recomendable. 

 

Yo tal vez no sea el más arriesgado aquí, pero hace 22 años le pregunté a Charlotte si quería ser mi novia, hace 10 nos aventuramos a vivir en Nueva York mientras estudiábamos, y hace 4 nos lanzamos con nuestras 2 hijas a vivir en Uruguay. (Podría mencionar más, pero creo que el punto queda establecido). No puedo imaginar mi vida sin arriesgarme todas esas veces. 

 

Dicen que la ignorancia es atrevida, pero como dice mi esposa, más atrevida es la esperanza. 

 

La esperanza es atrevida porque nos confronta con la realidad de un mundo lleno de ilusiones, y de decepción (no lo ignoramos), pero no se queda ahí, sino que nos invita a ver más allá. La esperanza de la que hablamos en adviento se trata de ver la realidad tal y como es, pero eso incluye lo que Dios ha prometido. En este sentido, la esperanza está íntimamente relacionada a creer. 

 

La esperanza en adviento ve la oscuridad de frente, pero descansa en que, como dijo Wendell Berry: “se pone oscuro, más oscuro, y más oscuro, y luego Jesús nace”. 

 

Otra vez, de niños era más fácil creer. Pero hemos aprendido que parte de madurar es dejar de creer (ya sea en hadas madrinas, Santa Claus, o hasta en Dios). Escogemos el cinismo y el sarcasmo como armas para defendernos, para guardar nuestro corazón, para que no seamos más decepcionados. 

 

Pero no tiene que ser así. En adviento se nos invita a atrevernos a esperar llenos de esperanza. Pablo hace una oración, en Efesios 1:18-19, para que los ojos de nuestro corazón sean iluminados para que sepamos a qué esperanza nos ha llamado Dios. Esperanza que se fundamenta en el poder incomparable de Dios que actúa a favor de los que…….tú lo dijiste….CREEN. 

 

Me parece que de eso se trata ese ser como niños que dijo Jesús. De que nos arriesguemos, nos atrevamos a creer. El reino de Dios es para los atrevidos.

 

Examinemos nuestro corazón. Invitemos a Dios a examinarlo junto a nosotros. ¿Será que necesitamos que arroje algo de luz allí adentro? Consideremos que se nos ha llamado a una esperanza, no como el que da un salto en la oscuridad, sino como el que salta de la oscuridad hacia la luz. 

 


Sarah Bessey expresa un anhelo similar en su libro Out of Sorts, diciendo: “Tengo esperanza que todos estemos más inclinados a escuchar, a orar, a esperar.”

 

Escuchar. Orar. Esperar.

 

Pablo, ahora en Romanos 5:5, nos recuerda que esta esperanza (diferente a la que el mundo puede ofrecer) no nos defrauda porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón.  

 

Si algo recordamos en adviento es que esperamos en un Dios que ama, que nos ama, que te ama. 

 

Atrévete a creer, a esperar lleno de esperanza. Esperanza en un Dios que te ama, que cumple sus promesas, cuyo poder actúa a tu favor, y que te invita a confiar que su luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad no puede detenerla. 

 

“Solo en Dios halla descanso mi alma, de él viene mi esperanza” Salmo 62:5

 

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